Editorial de la revista el Ambidextro, número 51, de la Escuela de Circo Carampa
La prueba de la vitalidad de un proyecto no se encuentra en sus certezas, si no, en sus incertidumbres.
A la hora de plantear los objetivos de nuestras enseñanzas entre la comunidad de escuelas de circo profesionales, aparecen preguntas por las que no hay respuestas claras, y que provocan un debate que pone de manifiesto los enfoques diferentes de las distintas escuelas. Hay escuelas muy técnicas y escuelas muy creativas. Hay escuelas que priman la creación de números individuales y otras la creación colectiva.
Esta claro que estas diferencias son esenciales. Para que la formación artística en circo se siga desarrollando como un arte – con texturas diferentes, con expresiones variadas, con voces individuales y únicas, hemos de defender que los programas sean diferentes, que los contenidos no sean homogéneos. Debajo del proceso formativo de un artista, del los programas, horarios y contenidos, hay un estrato que ha de ser absolutamente individual, y personal, ya que se está formando artistas. Y a diferencia de la formación artística en la música, la danza, o el teatro, no hay partituras, ni coreografías, ni obras escritas para recrear como interprete. En el circo, el artista, generalmente, es creador de su propio universo expresivo.
Y por la tanto, surgen preguntas y dudas, sobre el camino a seguir.
La preparación física es esencial para la futura capacidad expresiva de un artista. Si quiere moverse con suavidad en el trapecio, habrá de tener la fuerza para no estar obligado a realizar movimientos violentos para subirse. La fuerza le dará la libertad de elegir la calidad de su expresión. ¿Deberían las escuelas preparatorias dedicarse principalmente a este desarrollo de base? ¿O, es la creatividad un proceso que se ha de ejercitar con la misma intensidad, desde el primer momento, para que no aparezca como un añadido tardío a un trabajo principalmente físico?
¿Las enseñanzas de las distintas técnicas circenses se deben de ofrecer por un lado, mientras el trabajo de investigación y creación se dan por otro, por otros profesores, y en otros horarios? Hay quienes opinan que son tareas distintas, y otros que opinan que el sentido artístico es una parte del aprendizaje técnico, y que la relación del artista con su aparato no puede basarse en un aprendizaje biomecánica. Aún cuando el alumno no está tocando más que escalas, su maestro de piano le diría, “Estas golpeando las teclas como si tus dedos fueron martillos.” ¿En clase de técnica se ha de trabajar la sensibilidad artística, o sería un freno para alcanzar la excelencia técnica?
¿Se llega al trabajo colectivo al final de un recorrido esencialmente individual, o se cultiva desde los inicios de la formación, para que sea una elección tan natural para el joven artista que el de crear su propio número?
Las respuestas nos parecerán obvias a todos, hasta que los decimos en voz alta, y nos damos cuenta que lo obvio es relativo y personal. Sin tener respuestas, nos complacemos con el hecho de que las dudas nos mantienen vivos y alertas.